LAILA, LA LLUVIA LLEGARÁ

Relato de Greta Frankenfeld

Me gusta cantar. Siempre me ha gustado. Me paso todo el día cantando. Hay tantas mujeres diferentes… Mi tía Huda que es la reina de la cocina… Rasha, ensimismada todo el día en sus pensamientos… A mí me gustan mis hijos y cantar … Leer artículo completo

Sudán, un lugar donde estrechar la mano al diablo, el país de las buenas intenciones. El reino de las razones ocultas, donde el agua no es capaz de apagar el fuego y mucho menos sus causas. Tierras desoladas durante más de veinte años por los combates entre la guerrilla y el Gobierno, a las que, tras los provisionales acuerdos, la población ha regresado para proceder a la reconstrucción de sus casas.

F. Magallón – Sudán, 2006

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Me gusta cantar. Siempre me ha gustado. Me paso todo el día cantando.

Hay tantas mujeres diferentes… Mi tía Huda que es la reina de la cocina… Rasha, ensimismada todo el día en sus pensamientos… A mí me gustan mis hijos y cantar.

Cuando era niña me encantaba escuchar a las Hakamat. Sus canciones sobre los hombres de otras tribus eran muy graciosas. Nuestros hombres se sentían fuertes y valientes cuando las escuchaban. En cuanto cumplí los 21 años me uní a este grupo de mujeres cantantes, pero las cosas han cambiado un poco desde entonces.

Nuestra familia es agricultora y desde hace muchos años tenemos problemas con nuestros vecinos. Cuando tenía 16 años, nos atacaron unos ladrones que robaron nuestro ganado. Algunos hombres fueron a luchar para recuperar lo que nos pertenecía y regresaron victoriosos. Otros huyeron presas del pánico. Nosotras cantamos nuestro agradecimiento a los valientes y homenajeamos su virilidad. En cambio, a los que habían huido los ridiculizamos. “Aunque pareces un hombres, no lo eres”, cantábamos. Admito que era gracioso; y creíamos que necesitábamos la guerra para protegernos, para salir adelante, y que así los hacíamos más valientes.

Pero ahora hemos entendido que hay que vivir en paz. Hemos visto que el problema no es la propiedad del pozo, sino que el agua es muy escasa y no tenemos oportunidades suficientes para sobrevivir. Los enfrentamientos han causado mucha muerte y dolor en las familias.

Pasamos muchas temporadas con dificultades. El desierto es un sitio muy duro para vivir. No tenemos muchas oportunidades, pero sabemos que la paz es lo más valioso que podemos heredar a nuestras hijas. Y sabemos que si hay paz, todo lo demás se hace más fácil. Nuestras hijas lo verán y nosotras se lo enseñaremos.

Las Hakamat tenemos la posibilidad de contar lo que sabemos a toda la aldea. Muchas hemos perdido padres, hermanos o amigos en esos conflictos. Hemos sufrido mucho y no queremos seguir viviendo así. Seguimos cantando para nuestra tribu y nuestras familias y les agradecemos su compañía y generosidad. Pero también cantamos para la gente rizeigat, hakamah y todas las tribus. Nuestro canto dice que puede haber paz entre nosotras.

Además, he aprendido muchas cosas, sobre nuestra historia, sobre nuestras vecinas, sobre la Tierra… Cuando yo me uní a las Hakamat las mujeres no sabíamos casi nada. Ahora estamos más preparadas para la responsabilidad de trabajar para la paz.

Nuestro jefe dice que las Hakamat somos muy importantes en la comunidad y que los hombres escuchan nuestras palabras antes de actuar. Quiere decir que el futuro de la comunidad está en nuestras manos y en nuestras voces.

Mariam me dice: “¡Laila, está funcionando!”. Yo creo que tomará tiempo ver los resultados. Pero nuestra paciencia es como una montaña. La lluvia llegará.

 

Greta Frankenfeld