MI NOMBRE ES SITA

Relato de Juan Antonio Tirado

Mentiría si le dijera que mi vida es fácil, si le escondiera mi dolor de esposa abandonada con cuatro hijos. Me las arreglo mendigando, voy de pueblo en pueblo huyendo de la mirada de quien pueda conocerme. Mentiría si le contara que no me avergüenza mi situación … Leer artículo completo

En muchas ocasiones, rechazadas o abandonadas por sus propios maridos, tienen que reinventar su historia como “viudas” en otros lugares donde no las puedan reconocer.

Francisco Magallón – India, 2011

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Mentiría si le dijera que mi vida es fácil, si le escondiera mi dolor de esposa abandonada con cuatro hijos. Me las arreglo mendigando, voy de pueblo en pueblo huyendo de la mirada de quien pueda conocerme. Mentiría si le contara que no me avergüenza mi situación. Cuando me dejó mi marido pasé a ser viuda, entre comillas, ya me entiende. Aquí, en el estado indio de Rajastán, las mujeres pertenecemos a los padres hasta que estos conciertan un matrimonio y pasamos a depender del marido y toda su parentela, suegra incluida. Podría hablarle de mi suegra, de lo que ella me decía y me hacía, pero no merece la pena, a usted no le interesarían esas minucias. El caso es que cuando me abandonó mi esposo dejé de depender de nadie. Ahora soy libre. Libre, ¿para qué? Para andar de acá para allá, para pedir. Aunque no lo crea prefiero vivir sola con mis hijos, reclamando una limosna de los desconocidos que en aquel infierno. No le voy a hablar de mi marido, ni de mi suegra, a usted qué más le da. En fin, señor, no quiero mentirle, de manera que no voy a esconderle que hoy es un día muy alegre para mí. No piense que siempre estoy tan feliz como esta tarde, pero como usted habrá visto, en el pueblo, en Pushkar, estamos de fiesta. Es la feria del camello, habrá visto en las afueras miles de ellos. Me encantan estos animales, con sus jorobas tan graciosas, y sobre todo el color y la vida que toma Pushkar. Esta ropa es especial, muy colorista, ¿no le parece? Claro está que me gusta sentirme guapa, como a cualquier mujer, pues aunque sea pobre y el dolor vaya por dentro no por eso pierdo la alegría de vivir. Me he pintado los labios, me he dado colorete en la cara y me he hecho esta raya vertical que me parte la frente en dos. Me dicen que lo más hermoso que tengo son mis ojos claros, que alumbran mi cara, pero en fin esas cosas no me corresponde decirlas a mí. Además, son exageraciones. Bueno, señor, no le canso más, gracias por haberme dado un rato de conversación y sobre todo por la foto, aunque me parece que no merezco ese cumplido. Conocerá usted por el mundo a tantas mujeres bonitas a las que retratar, yo soy poca cosa. Disfrute usted con la feria del camello y con todas las maravillosas atracciones que encuentre. Ha escogido muy bien la fecha de su visita. Yo, cuando pase esta semana, me iré a otro pueblito, a seguir mendigando. Así es la vida. Por lo menos la mía y la de mis hijos. A ellos prefiero que no les haga fotografías.

 

Juan Antonio Tirado