MUJERES DE LAOS

Relato de Fran Sevilla

El mundo y la vida van por capas, por niveles. Y cada capa en la que nos adentramos nos aleja un poco más de la visión generalista, la más común, y nos va adentrando en la más particular, la más propia y personal … Leer artículo completo

Sólo tras muchos años de esfuerzo y dignidad, de forma laboriosa y ardua, ellas van asentando sus derechos…

Francisco Magallón – Laos, 2010

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El mundo y la vida van por capas, por niveles. Y cada capa en la que nos adentramos nos aleja un poco más de la visión generalista, la más común, y nos va adentrando en la más particular, la más propia y personal.

La guerra de Vietnam tuvo un impacto digamos generalista, en la medida en que fue universal; pero ese impacto universal estuvo plagado de impactos más particulares, que se iban haciendo más pequeños a medida que uno iba adentrándose en las capas que lo recubrían. Había que profundizar, y no era fácil hacerlo, porque esa repercusión planetaria, imbuida de maximalismos dramáticos, impedía que afloraran las pequeñas tragedias cotidianas que, como en toda guerra, iban ineluctablemente asociadas a ella. La guerra era en Vietnam, pero en su larga y sinuosa frontera, existía otra realidad que se llamaba Laos, y que, además de sufrir las consecuencias de aquel conflicto padecía su propia tragedia, su propia guerra olvidada.

Se nos habló y hablamos de la valentía de las mujeres vietnamitas, sometidas a todo tipo de violencias: la violencia de los invasores estadounidenses, la violencia de los represores locales, la violencia de sus propios compañeros de armas en un lugar y un momento en el que la Revolución, la lucha contra el enemigo exterior, lo justificaba todo, incluso lo injustificable. Pero no se nos habló ni hablamos de la valentía de las mujeres de Laos, de su lucha por la subsistencia, de su capacidad para resistir y para alumbrar un futuro mejor.

Las mujeres de Laos no recibieron homenajes, no fueron inmortalizadas en películas ni novelas candidatas al Pulitzer, no ocuparon ninguna parcela mediática, ninguna portada ni ninguna reseña. Eran la pequeña tragedia particular en medio del gran drama universal. Pero cuando alguien se atrevía a escarbar con una cámara en las capas de esa realidad surgían rostros plagados de historias de valentía y supervivencia, para ellas y para los demás.

Hoy esas mujeres tienen el rostro habitado por arrugas profundas, por surcos que nos hablan de un tiempo de combate en los confines del mundo aún más importante que el ejercido con las armas: fueron esas mujeres las que en su juventud enarbolaron la bandera de la dignidad. Una dignidad que nos ilumina desde su ajado rostro para ofrecernos una auténtica lección de vida. Son ellas a las que habría que imaginar a la hora de parafrasear a Bertolt Brehct:

Hay mujeres que luchan un día y son buenas; hay otras que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años y son muy buenas; pero hay las que luchan toda la vida: esas son las imprescindibles.

 

Fran Sevilla