TE VEO ¿ME VES?

Relato de Julia Navarro

Quiero preguntarte qué ves cuando me miras. ¿Acaso imaginas mi historia? Ni siquiera yo la conozco bien, porque he nacido en ninguna parte, vengo de ninguna parte, y, aunque ahora estoy aquí, no sé si soy de alguna parte … Leer artículo completo

La quema sistemática de aldeas, los asesinatos masivos, la limpieza étnica y religiosa han obligado a desplazarse a miles de personas… nacida en el exilio, posiblemente, nunca conocerá la tierra de sus padres.

Francisco Magallón – Sudán. Refugiada reasentada en España.Madrid, España , 2012

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Quiero preguntarte qué ves cuando me miras. ¿Acaso imaginas mi historia? Ni siquiera yo la conozco  bien, porque he nacido en ninguna parte, vengo de ninguna parte, y, aunque ahora estoy aquí, no sé si soy de alguna parte.

Mi padre me ha contado que somos de Geneina. ¿Sabes dónde está?. Puede que no la encuentres en el mapa, aunque es la capital de la región de Darfur, en el oeste de  Sudán, cerca de la frontera con Chad. Puede que alguna vez  en algún informativo de televisión,  hayas visto una imagen fugaz de la tierra de mis padres, pero puede también que ni siquiera hayas prestado atención porque ¡queda tan lejos de aquí! Y las escenas se repiten hasta provocar hastío: aldeas quemadas, personas vagando sin rumbo, familias intentando escapar de la muerte…. 

Ah, se me olvidaba decirte que me llamo Oúla y que si estoy viva es porque un día mi padre le dijo a mi madre que tenían que marcharse porque si se quedaban  perderían la vida como les había sucedido a tantos vecinos y amigos.

La mirada  mi madre refleja  mucha tristeza cuando escucha a mi padre recordar los días de Geneina ,cuando aquellos hombres llegaban incendiando casas y arrancando la vida a cuantos encontraban a su paso. Mi padre dice que esos hombres mataban porque nuestra etnia es diferente a la suya y nuestras creencias también. Pero a él le gusta recordar los días en que era solo un maestro….la mirada de mi madre le hace volver a la realidad, a la de hoy, la de aquellos días ha quedado atrás enterrada en el polvo de los  caminos del desierto que nos han traído hasta aquí entre vosotros.

Pero no quiero distraerme con recuerdos, así que te contaré que un día mis padres se echaron al camino cogiendo de la mano a mis dos hermanas mayores. Iban dispuestos a encontrar un lugar donde vivir; otro lugar donde no les persiguieran por ser como eran o creer en un Dios diferente.

Paso a paso, respirando el polvo del desierto, aguantando el hambre y la sed, manteniéndose en pie por el deseo de vivir…. y así durante días que se convirtieron en meses. Y entonces llegué yo.   Nací en el camino y mi vida era un milagro en medio de la nada.

Imagina lo que es nacer en ninguna parte. Imagina a mi madre pariendo en soledad, apretando los dientes mientras el dolor  atenazaba  su vientre; luchando por su vida y por la mía.

Así que ya sabes que nací en ninguna parte pero que en brazos de mi madre un día el camino emprendido termino en un país llamado  Libia. Búscalo en el mapa. Está ahí, ¿lo ves?           

Mi padre recuerda con agrado los días de Libia. Allí pudo volver a ejercer como maestro, era un lugar donde creyó podría darnos un porvenir.

Ahora Libia  es un país que  casi no existe porque la guerra lo ha destruido. Lo habrás visto en televisión… hombres matando a otros hombres… Y de repente, otra vez, el color de mi piel se convirtió en una sentencia de muerte.  Nos señalaron como enemigos y de nuevo mi padre tomo la decisión de huir.

Otra vez el polvo, la sed, el hambre, la angustia, los pasos hacía ninguna parte, así hasta que llegamos a un lugar donde había otras personas como nosotros. Las tiendas se alineaban las unas junto a las otras y la gente vagaba por entre ellas sin ir a ninguna parte porque, ¿adónde podrían ir?. Aquel trozo de tierra seca estaba en ninguna parte.Allí  está Libia, aquí Túnez, nos explicaba mi padre.

Aquellas tiendas formaban parte de un campamento  de ACNUR, un campamento para refugiados. Le pregunte a mi padre qué íbamos a hacer allí, hasta cuando tendríamos que quedarnos, pero se encogió de hombros porque no tenía respuesta y sentí vértigo al pensar que aquel pudiera ser el final del camino. Tendría que aceptar que si había nacido en ninguna parte viviría y moriría en ninguna parte.

Así que intenté adaptarme al ritmo de los días en los que no sucedía nada más que  poder comprobar que estábamos vivos mientras mi madre intentaba dar apariencia de hogar a aquella tienda clavada en el suelo endurecido  de una tierra de nadie.

Mi madre nunca se quejaba. Aceptaba el dolor de la vida aunque aquél dolor crecía hasta las lágrimas  al mirarnos y pensar que nuestro futuro estaba ya escrito y viviríamos el resto de nuestras vidas confinados allí.

Ahora yo te miro y tú me miras porque un día ocurrió el milagro. No me preguntes cómo fue ni por qué, solo que unos hombres llegaron y hablaron con mi padre y con los padres de otros niños como nosotros. Mi padre le explico a mi madre que nos iríamos de allí, que nos iban a llevar a un país llamado España que estaba al otro lado del mar.

Ahora estoy aquí, entre vosotros, y tú me miras y yo te miro pero, ¿qué ves?

 

Julia Navarro