TU MIRADA, TU SILENCIO, M’IJA

Relato de Yolanda Sobero

¿Dónde estás, m’ija?. ¿Lograste llegar al Norte?. ¿Por qué no llamás o mandás un mensajito?. El patojito solo hace preguntar por vos y yo no tengo más que decirle, tan solo mostrarle, una y otra vez, aquella foto, no sé quién te la hizo, que, antes de partir aquella madrugada, trabaste en el marco del espejo para estar siempre con nosotros … Leer artículo completo

El asesinato de mujeres en Centroamérica tiene profundas raíces históricas… la violencia, la persecución ejercidas por las pandillas y el narcotráfico agudiza aún más en la actualidad el feminicidio.

Francisco Magallón – Guatemala, 2010

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¿Dónde estás, m’ija?. ¿Lograste llegar al Norte?. ¿Por qué no llamás o mandás un mensajito?.

El patojito solo hace preguntar por vos y yo no tengo más que decirle, tan solo mostrarle, una y otra vez, aquella foto, no sé quién te la hizo, que, antes de partir aquella madrugada, trabaste en el marco del espejo para estar siempre con nosotros. ¿Te acordás?. Una foto bien chilera, pero ahora ya descolorida de tanto acariciarla y susurrarnos, el patojito y yo, una y otra vez: dónde estás, ma; dónde estás, m’ija.

Cuántas veces lo platicamos… Mirá que el viaje hacia el Norte es largo, que atravesar ese México tan grande  es muy peligroso, que la muerte es compañera de ruta, acecha en los fierros de La Bestia, en las trochas, que quedás a merced de los coyotes, de las patrullas, de los uniformados, de las maras, de tanto desalmado, de tanto abusador. Mirá, que hay heridas que destruyen vidas.

Los que regresan siempre traen rumores, noticias, quizás habladurías. Mujeres violadas, forzadas a prostituirse. Incluso hablan de algo con nombre extraño, ‘cuerpomátic’ o algo así, que no más es exigirle a uno su cuerpo como moneda de pago, como peaje para seguir el camino, como cuota para seguir con vida.  Las comadres me contaron lo de la ‘vacuna’, ese remedio que dura meses y evita embarazos. Me consuela que, según me dijeron, la hayas llevado con vos.

A veces, en medio de mis eternas noches de duermevela, me asaltan malos presagios y te presiento tirada en una de esas fosas de huesos sin nombre que cada poco aparecen por todo México. O calcinada en algún galpón. O despachada en una quebrada perdida.  Cuerpos robados a quienes los lloran y buscan con desesperación para apagar esa desazón, esa incertidumbre que les roe las entrañas, les mata en vida.

Me insistías, quiero un futuro mejor para el patojo y para vos; en el Norte, lo encontraré. Y a mis reparos, vos porfiabas. Si otros lo han conseguido, vos no eras menos echada pa’lante y burlarías la migra. En un intento de convencerme y acallar mis dudas, me decías que, si bien los peligros eran muchos, no faltaban buenas gentes, que te habías informado bien y sabías que, a lo largo de camino, había lugares donde ayudaban a los que buscaban el Norte y les ofrecían cobijo, agua fresca, unos frijolitos, unos taquitos. ¿Te acordás?

Con el paso de las semanas, de los meses, m’ija, me espanta  que esta violencia de la que huías te haya malogrado el Sueño del Norte. Me angustia descubrirte cualquier día en una línea de la nota roja.

M’ija, temo que tu silencio oculte la tragedia. ¿Dónde estás, m’ija? 

 

Yolanda Sobero