LA VIDA EN GUERRA

Relato de Lourdes Baeza

Mi vida no ha sido fácil. Nací en Líbano pero soy hija de palestinos refugiados de la guerra que siguió a la creación del estado de Israel en 1948. Mis padres huyeron de la contienda con dos de mis hermanos y se asentaron en Ein el-Helwe, uno de los campos de refugiados palestinos junto a la costeña Sidón …Leer artículo completo

Arduo es el papel de la mujer, motor de la existencia, en medio de uno de los conflictos más crueles y largos de la actualidad. Lugares donde impera la ley del más fuerte, una fábrica de refugiados … Almas expulsadas de sus hogares a sangre y fuego, sin posibilidad alguna de volver a sus hogares, donde no tienen apenas garantías para sobrevivir.

Francisco Magallón – Líbano, 2007.

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Mi vida no ha sido fácil. Nací en Líbano pero soy hija de palestinos refugiados de la guerra que siguió a la creación del estado de Israel en 1948. Mis padres huyeron de la contienda con dos de mis hermanos y se asentaron en Ein el-Helwe, uno de los campos de refugiados palestinos junto a la costeña Sidón. Me llamaron Nooran (las dos luces) porque decían que mi nacimiento siempre les iluminó y les dio fuerzas para seguir adelante. Mi infancia transcurrió entre calles de arena, sin asfaltar, ayudando a mi madre en las tareas domésticas y escuchando por la noche las historias que contaba mi padre a la luz de un candil. Cuando acababa, corríamos la sábana que hacía las veces de pared y convertíamos la única habitación de la vivienda en dos dormitorios; uno para mis padres y mi hermano, que entonces era un bebé y otro en el que dormíamos los demás.

Me casé con un libanés y nos trasladamos a una pequeña aldea cerca de Marjayun, en la frontera con Israel. Aquí nacieron mis cuatro soles. La última Amina, llena de vida y alegría. Tiene síndrome de down con lo que su aprendizaje va a un ritmo más lento. Las dificultades que tiene y su dependencia de mí, prácticamente para todo, me hacen pensar cada día qué será de ella cuando yo falte. En su inocencia es feliz. Su padre murió hace un año en un accidente, cuando realizaba unas obras en la casa de un vecino, pero Amina sigue preguntando que cuándo volverá. Tampoco es consciente del dolor que la rodea, de los enfrentamientos que se libran cerca de aquí o del río de refugiados sirios procedentes de Damasco, Alepo o Hama que llegan exhaustos al llamado “Centro de Bienvenida” creado por el alcalde de Marjayun.

Los veo desde la ventana de mi casa e imagino que algo así fue lo que tuvieron que vivir mis padres, hace 70 años, cuando iniciaron el mismo penoso camino. Mis padres nunca pudieron volver y a mí, en Palestina, ya no me queda nada. Ni siquiera sé si el pueblo de mis antepasados sigue existiendo, pero ahora eso es lo que menos me importa. Nos robaron una vida y logramos construir otra pero en el corazón de mis padres nunca cerró la herida abierta. Por eso, cuando veo a los sirios que llegan cargando con sus hijos y su hatillo, sólo espero que, algún día, ellos sí puedan recuperar la vida que la guerra les ha robado.

 

Lourdes Baeza.